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Un pregón con sabor especial, el de los churros de Pilar Pérez Colás

La pregonera abre las Ferias y Fiestas de San Agustín 2024 con un recorrido vital por las experiencias de su familia y su negocio, la Churrería Toresana

La empresaria toresana Pilar Pérez Colás, la churrera de Toro, como ella misma se siente con orgullo, pues regenta, como cuarta generación de su familia tras el mostrador, la Churrería Toresana, ha sido la encargada este año de dar inicio oficial a las Ferias y Fiestas de San Agustín 2024 de la ciudad de Toro con su pregón, un pregón cercano, emotivo, ameno y lleno de anécdotas y vivencias personales sobre su familia y su trayectoria vital, que tuvo lugar ayer, viernes 23, en la Glorieta y ante numerosos vecinos de la localidad, visitantes, familiares y amigos.

Comenzó su discurso asegurando que se sentía «orgullosa como toresana» de haber sido elegida como pregonera de las fiestas, un «reto» que «asumo con honor» y por el que también se mostró muy agradecida, ya que Toro es «la ciudad que me vio nacer, crecer y desarrollar mi vida y la de los míos». No obstante, afirmó que cuando el alcalde del municipio, Rafael González, le propuso ser la pregonera de este año, se tomó la noticia con «incredulidad» porque «ni yo sé qué entiendo de fiestas»…, excepto, claro está, que las fiestas «han sido mi vida, son mi vida y a lo que me he dedicado desde siempre», puesto que «no hay una fiesta en Toro en la que la Churrería Toresana no esté presente«, y, además, «siempre intentando dar lo mejor«, motivo más que suficiente para que, como ella misma precisó, «somos y nos sentimos parte de la fiesta».

Reconoció Pérez Colás que para su pregón decidió «contar cómo he vivido yo mi vida y las fiestas como feriante«, aunque también «como vecina de esta ciudad de Toro». Y es que, como señaló, «pertenezco a un colectivo que lleva las fiestas de los pueblos» y que «trae a Toro alegría, ilusión y color», dado que, puntualizó, «una fiesta sin feria se queda coja». En este sentido, reivindicó la figura del feriante y lamentó que «a los feriantes muchas veces no nos dan el valor que merecemos», pese a que «somos parte de ella (la fiesta), estamos ahí trabajando y poniendo a punto nuestras atracciones para que nuestros niños y niñas puedan disfrutar de ellas». Por este motivo, aprovechó la ocasión para pedir a los toresanos que procuren «cuidar a esas familias de feriantes, que acuden puntuales cada año, sin faltar a nuestras fiestas […] y que la feria no desaparezca«.

Por lo que respecta a su trayectoria profesional, Pérez Colás recordó que «soy la cuarta generación de una familia que hizo de la feria su vida«, que, según matizó, es «una vida nada fácil». Explicó al público presente que un día sus bisabuelos decidieron «echar raíces» en la ciudad de Toro, «a la que acudían puntualmente cada año a sus fiestas», pues «contaban con varias atracciones, entre las que había una churrería«. Así, alquilaron una casa en la calle La Reina y allí pusieron su negocio, además de vender sus churros «por las calles». Y años después, trasladaron este negocio a la calle Cerrada.

Tras ellos, fueron sus abuelos, conocidos en Toro como «los de las barcas«, los que siguieron con las atracciones, como unas barcas de madera o unas «volanderas tipo tiovivo», elementos que «hacían ellos», pues «tenían una imaginación impresionante«, admiró la pregonera. Y a ellos se unieron sus padres, Paco y Angelines, trabajando «todos juntos». Además, su padre y su tío Colás, «al que recordaréis por el señor de los caballitos«, crearon la «Tómbola El Mundo» que, poco tiempo después «los llevaría poco menos que a la ruina» porque «daban más premios que ingresos tenían». Y aunque esto supuso una «desilusión», su padre abrió «su caseta de tiro, el Salón de tiro Frapper», que «recordaréis los que contáis ahora entre 65 y 70 años».

Pilar Pérez Colás durante el pregón. Foto C.G.

Siguiendo con su relato, Pérez Colás indicó que ella es la mayor de siete hermanas. Nació en la Cuesta Empredrada y fue bautizada en la Colegiata de Santa María la Mayor, así que… «cómo no sentirme toresana de pura cepa«, afirmó. En cuanto a su infancia, destacó que sus padres «nos educaron en valores y nos enseñaron a trabajar duro, a ser responsables, valientes, a no tirar nunca la toalla y a mirar siempre hacia delante», y también «me enseñaron que cuando hay una pena te la guardas en el corazón, y cuando subes la persiana de tu negocio y te pones el mandil, tienes que lucir tu mejor sonrisa«, así como que «la familia es lo primero«. Confesó, acto seguido, que, al escribir su pregón, «los recuerdos se agolpaban en mi cabeza«, de modo que «volví a ser aquella niña que iba a las ferias de los pueblos con sus padres y sus hermanas». «La añoranza encogía mi corazón», añadió.

Recordó con cariño anécdotas de los viajes pasados en familia, que «algunas veces se hacían muy pesados, menos cuando veníamos de La Bañeza a las fiestas de Toro», viaje del que «recuerdo la ilusión que traíamos», ya que «íbamos a ver a nuestras amigas, volveríamos a nuestra casa«. Por otra parte, señaló que «yo diría que las fiestas empezaban cuando llegaban los camiones de los feriantes a San Francisco, era todo un acontecimiento, se olía la fiesta, todos los niños acudían a ver qué atracciones habían venido, a ver cómo las instalaban», y de esta manera «nos sentíamos felices en nuestro pueblo«.

Pero con el tiempo, incidió, las atracciones han ido sufriendo cambios, y es que «la feria siempre está en continuo movimiento, siempre buscando cosas nuevas que llamen la atención de pequeños y mayores; el ingenio del feriante nunca descansa». Y en el caso concreto de la churrería, la pregonera indicó que «los cambios se ven en los productos, antes eran churros y ahora son buñuelos, porras, chocolate, churros de diferentes gustos y hasta patatas con kétchup». Aunque, como añadió, «nuestras fiestas también han cambiado», y recordó a personajes toresanos como «Gorgorito con los teatros de marionetas, las carreras de burros que siempre ganaba Zenón, o Félix Rodríguez «el Cacharrero» con sus pucheros de barro». Y así «vemos pasar las generaciones desde nuestro mostrador, aquellos niños, hoy papás o abuelos, que siguen acudiendo a esos caballitos que ellos disfrutaron también» para «subir a su nieto en el mismo camión de bomberos al que él también subió».

Finalizando el recorrido del negocio familiar, explicó que cuando sus padres decidieron cerrar el salón de tiro «optaron por poner churros», algo que ya habían hecho sus bisabuelos. Y aunque los comienzos «no fueron fáciles», salieron adelante porque «para mis padres no había imposibles». Tras varias fases y cambios, la churrería «acabaría instalada dentro del Mercado de Abastos y más tarde en la calle de Las Bolas, llevada hasta hace poco por una de mis hermanas, Sandra». Y cuando sus padres «decidieron dejarlo, mi marido y yo tomamos el relevo y, con mucho esfuerzo, compramos una churrería más grande» con el objetivo de ser «más competitivos» para poder ampliar las fiestas a otros lugares. Con todo, tanto trabajo y esfuerzo han tenido su recompensa, además de que «nuestros clientes así nos lo reconocieron», pues siempre buscan la Churrería Toresana en las ferias a las que acuden, y Pérez Colás reconoce que «nos llena de orgullo oírles decir, es nuestra churrería, la de nuestro pueblo», al igual que «fue una gran sorpresa» recibir el reconocimiento que les hicieron en Medina de Rioseco, localidad que «consideramos nuestra segunda casa».

Y habló también de futuro, y es que «la quinta generación ya está en marcha«, puesto que una de sus hijas y su marido continúan con la churrería, «con ilusión, bien preparada y con muchas ganas de trabajar y de seguir la trayectoria marcada», que no es otra que la de seguir «endulzando nuestras fiestas y haciendo lo que mejor sabemos hacer, churros«.

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